El Hospital “San
José “ establecimiento que era exclusivamente para enfermos de Tuberculosis y
que se encontraba paradójicamente a un costado del “Cementerio General“, como un funesto presagio de mala aventura y que a media cuadra se hallaba la Avenida La Paz, como diciendo a
los pacientes que luego le darían su eterna despedida de este mundo.
Dentro de estos lisonjeros momentos mi hermana mayor María,
desarrollaba su actividad
profesional en su doble condición de ser médico tratante y Radióloga,
claro que como tenía unas manos muy pequeñas, no le calzaban los guantes con
los que se opera en los aparatos de Rayos X y al quedarle nadando le
dificultaba manipular los instrumentos, por lo que tenía que trabajar con sus
manos descubiertas pese a que realmente corría el peligro de irradiarse, pero
como era un médico con verdadera vocación no le importaban los riesgos a que se
sometía.
Entre los
pacientes que le tocaba tratar había una que se llamaba: Clarisa Veas que era
una rústica campesina y que iba a ser operada de “Toracoplastía” que para
conocimiento general, es una operación donde se hunden las costillas para
inmovilizar el pulmón enfermo, donde existe “caverna “ y así lograr su
mejoramiento en la cicatrización de la herida, seguramente
ante el pavor de ser operada esta
paciente se fugó del hospital, llegando de sorpresa a nuestra casa, ¿ cómo supo
la dirección de la casa de la doctora que la trataba?, eso es un misterio, pero
le pidió a mi hermana, que la curara de esa tisis que padecía y que a cambio de
eso ella trabajaría como doméstica a
todo servicio, que ella le tenía mucha fe a sus condiciones
médicas, a lo que a sus reiterados ruegos debió acceder aunque
asignándole un sueldo aproximado a lo que usualmente se pagaba en esa época.
Clarisa Veas
se condujo extraordinariamente competente en su función de doméstica, aunque en
las noches tosía espantosamente y como estaba al frente de la habitación que
ocupábamos mi hermano Lalo y yo,
debíamos de sufrir a esa tísica, que parecía que se sacudía espasmódicamente
todo su cuerpo con verdaderos accesos de
vómitos y eliminación de flemas y esto se sucedía durante toda la noche, y
curiosamente durante el día no ocurría lo mismo y se le veía muy animosa y trabajadora y esto
sucedió durante todo el tiempo de su enfermedad y de repente ya no tuvo esa conducta tan reiterada.
Mi hermana
que la examinaba diariamente pudo muy sorprendida observar que aunque parezca
mentira, la “toracoplastia” el organismo de ella la había realizado y a eso se debía el
comportamiento en la noche, porque todos los órganos se iban trasladando,
provocando convulsiones, tos y vómitos y en esa revoltura logró que una vez
mejorada del todo se normalizara su vida. Mi hermana presentó este caso
verdaderamente milagroso en un congreso de Tuberculosis que se realizó en la
ciudad de Córdoba (Argentina). Ahora afortunadamente con la vacuna infantil de la especialidad, se
ha superado ese mal.
La Clarisa Veas, hasta se casó con un
alemán que trabajaba en el “Bacteriológico de Chile” vivió por su cuenta y se mejoró totalmente de su grave enfermedad,
vivió muchos años y se murió de una intoxicación por haber comido chancho descompuesto.
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