En la casa de Escanilla, nos reuníamos “Los caballeros
del santo sepulcro”, verdadero “club de Tobi” que habíamos formado y que
sesionaba cada vez que nuestros momentos de ocio lo permitían, quien lideraba ese grupo era mi hermano Raúl , que
era el mayor de todos, los otros miembros eran : Gastón Magnere ( a quien
desvalijábamos jugando al Póker), mi primo Roberto Fourdraine, mi hermano
Eduardo , que lo llamábamos Lalo y dos
de nuestros sobrinos (hijos de Raúl )
que escasamente deben haber tenido unos cinco y cuatro años Raúl y
Roberto, este último era el “iniciado” de esa ocación , de acuerdo al
reglamento en que se regía esta sociedad, debía pronunciar un discurso para incorporarlo a ella, de tal
manera que poniéndose firmemente de pie y sacando infantil pecho, el pequeño
Roberto comenzó su oratoria diciendo: “ Caballeros del Santo Sepúlveda.”
La
solemnidad de nuestra ceremonia llegó hasta allí no más, ante la risa general
de los comensales, lo que determinó en adelante ponerle a esa institución el
nombre de “Caballeros del Santo Sepúlveda“
allí, nos dedicábamos a comentar acerca del curso de nuestras vidas, comiendo
melones o sandías, frutas muy apetecidas
en la época que se da ese producto y son devorados con placer gastronómico, lo mismo ocurre con
las paltas a las que molidas y adobadas nos servimos en el pan.
Generalmente
nos servíamos unas frugales onces, departiendo amigablemente con nuestro “
casero” Gastón en el juego , al que no
les dejábamos cobre en el bolsillo, que
ingenuamente él creía, que los había perdido por su pura mala suerte en los
naipes, pero que nosotros compensábamos, con las opíparas “ onces” que nos servíamos. En todo caso era parte de
la mesada que le proporcionaba su padre Don. Alcides.
También
entre las bromas que en aquellas oportunidades
el grupo de varones solíamos hacer comúnmente, estaban los gritos que a
todo pulmón nosotros mismos realizábamos y que pretendíamos fueran imitativos
de mujeres que eran violadas, así es como se oía por ejemplo gritar ¡ ya pues , suélteme ¡no!, ¡no!, no me agarre el culo! ,¡no!,
basta no, ...no me quite el calzón! ¡ ya pues no me apriete las tetas ¡ besos
al aire y palmetadas, ocurría que en la casa de al lado llegaba una numerosa
cantidades de operarias, las que iban a
coser en máquinas semi industriales diversas prendas de vestir .
El
empresario que las contrataba, que era cliente de mi hermano Raúl, cuando era
atendido, dentalmente, solía comentarle y reclamarle sobre los escándalos
sexuales que se escuchaban, que al parecer los muchachotes del lado, teníamos
con tal cantidad de hembras, que trascendía a su vecina propiedad, me parece
que mi hermano se comprometía a ponerle atajo a esos escándalos pero dejaba en
incógnita ese episodio de nuestra vida real, sin aclarar la realidad
de nuestro club del Santo Sepúlveda, que adolecía de damas ya que solamente éramos solitarios varones llenos de
fantasías, que seguramente habríamos gustado de que esas cosas imaginarias
hubieran podido acontecer en la
realidad.
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