NOCHES DE ESTUDIOS

Del Liceo  Domingo Faustino Sarmiento tengo los mejores recuerdos de esas “castas noches de estudios“, se daba de todo, existencia de un ambiente de sana correspondencia entre profesores y alumnos, quizás debido a que el profesorado estaba constituido por aventajados alumnos del Pedagógico de la Universidad de Chile, los que hacían su práctica en ese Establecimiento, eligiéndose entre ellos la dirección de él.

Esta situación motivaba que los jóvenes profesores y algunos maduros alumnos, se encontraran ampliamente a gusto con ese trato franco y comprensivo, lo que redundaba en un mutuo resultado pedagógico, que ayudaba al progreso general de los fines para que fuera creado ese nocturno Liceo.

El alumnado estaba compuesto por  personas que trabajaban ocho horas o más, para en el horario nocturno tener que dominar el sueño y activar el estudio, el establecimiento funcionaba en el local del Liceo “Valentín Letelier” que se encontraba en la Avenida Recoleta, en él, habían variedad de individualidades, por ejemplo, un padre que asistía con su hija, en el mismo curso, carabineros que concurrían con su uniforme.

Recuerdo  el caso de que en una clase de matemáticas, el profesor Pardo tuvo que despertar a un alumno que se había dormido profundamente, al preguntarle que en donde y en que trabajaba éste contestó, que era en unas pompas fúnebres, a lo que  el “profe”  dijo ¡con razón¡  agregó, “sigue durmiendo no más”, en todo caso este alumno, parecía mimetizarse con su oficio, ya que tenía una apariencia esquelética y apenas hablaba con una voz de ultratumba .

Muchas noches nos juntábamos compañeros a estudiar en el parque “Forestal” que se encontraba cercano al Liceo, ahí repasábamos materias en medio de la exuberante naturaleza, de los árboles centenarios que nos circundaban, fueron noches inolvidables.

También tuvimos una revista del curso que se tituló “El Porro” cuando estaba en primer año de humanidades, en él participaban casi todo el curso aportando con artículos y dibujos siendo Pedro Lobos uno de sus mejores exponentes.  Producto del atraso escolar provocado por mi mala salud, mi hermana María, me matriculó en la “Escuela de Artes Aplicadas de la Universidad de Chile” en donde paralelamente de la mañana a la tarde, asistía a las clases en donde  estudiaba Artes Plásticas en la “ Escuela de Artes Aplicadas”, en la noche asistía al Liceo nocturno. 

Tengo valiosos recuerdos, de la escuela de Artes Aplicadas, de su excelente profesorado, todos artistas de alto nivel, así como de los sobresalientes alumnos de las distintas especialidades que tuve, entre ellos, mi compañero Pedro Lobos, fallecido prematuramente, pero que dejó varias importantes obras, en grabado o en la piedra gráfica, con él  además estuve en las aulas del Liceo nocturno, que al igual  estábamos en ambos Establecimientos.

Estudié “Artes Plásticas” y cuando nos tocó "Arte Natural” un ramo que impartía Valenzuela Llanos y Ramón Miranda como ayudante, pasamos los tabiques que circundaban la sala en donde se realizaba este curso y de repente recibimos un “chaparrón de sorpresa reaccionando cada uno a su manera al enfrentarnos a una modelo completamente desnuda.

La compañera,  Lukó De Rokha, estremecida por una risa nerviosa, que no podía contener, ante la guapa y briosa mujer, que estaba posando desnuda, el ayudante; Ramón Miranda, pasando un puntero por el cuerpo, nos destacaba las líneas, que debíamos seguir para hacer un buen desnudo.

De esta primera experiencia, nos fuimos acostumbrando, con el tiempo y esto llegó a ser algo natural, tanto así que  en un  “ Mate quermese”,  en que esa sala había sido muy decorada, se encontraba la aludida dama, en cordial diálogo con nosotros, bebiendo en las típicas calabazas del mate criollo, claro que a mí no me daba mucho boleto, me llamaban “el  pollito“, probablemente, porque en esos rigurosos Inviernos debía estar congelado de frío con la cabeza hundida y los hombros encaramados.

En la clase de encuadernación artística nos entregaban  un engrudo que estaba hecho de almidón de arroz, que ofrecía a la vista, un sabroso regalo del cielo, por lo que las hermanas De  Rokha que llevaban azúcar hacían una mezcla con la que  se obtenía un rico dulce, a lo cual todos accedíamos gustosamente deleitándonos con su sabor. 



Obra del autor en  esos tiempos de estudio


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